Cuenta el historiador Huidobro que «Un matrimonio alemán de Santu, cerca de Wesel y Res, en el arzobispado de Colonia, decidió, en virtud de una promesa, venir en peregrinación a Santiago de Compostela, acompañado de un hijo suyo, bello mancebo de pocos años. Por ser etapa del Camino, y ante la fama de los milagros del glorioso sepulcro, se detuvieron y visitaron la iglesia, orando muy devotamente ante él. Cansados del viaje, hallaron una posada, donde estuvieron dos días: la hija del patrón, ciegamente enamorada del joven peregrino, le descubrió sus amores, que rechazó. Ella cambió el amor en venganza, y tomando una taza de plata la introdujo en al valija del peregrino secretamente, mientras éste dormía».
Ya en ruta, la justicia encuentra la copa y el joven es condenado a la horca. Los padres llegan hasta Compostela y rezan por su hijo ante el Santiago. A su vuelta, lo encuentran aún colgado pero vivo por la intercesión del apóstol. Cuando van a contar el milagro al juez, éste a punto de comer dos aves (se supone que gallo y gallina) dice: «Tu hijo está vivo lo mismo que estas aves que aquí ves en el plato», momento en que los pájaros «saltaron del plato y cantaron».
De donde el dicho popular: «Santo Domingo de la Calzada, cantó la gallina después de asada».
Extractos del libro «Curiosidades del Camino de Santiago». Autor.- Juan Ramón Corpas Mauleon.
Editorial Edilesa
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